Realidad virtual: ¿un alivio para los males psicológicos?
La celebración de la cooperación entre la tecnología y el ser humano es moneda corriente en el discurso de la innovación contemporánea y por ello nos es familiar la constante aparición de dispositivos y aplicaciones que buscan mejorar aspectos de la vida cotidiana o combatir ciertos padecimientos propios de nuestra especie.
Revisando las últimas tendencias de la innovación me encontré con que la realidad virtual está buscando propalarse más allá de sus usos ligados al entretenimiento y ha comenzado a desarrollarse en el ámbito de lo militar, de lo medicinal, por nombrar los más conocidos. En relación a este último, una de las primeras experiencias en nuestro país y más positivas a mi saber, es aquella por la cual las personas que están haciendo tratamientos oncológicos en las salas de quimioterapia (www.perfil.com/sociedad/busca…) se transportan, a través de los anteojos de realidad virtual, a otros espacios más agradables y así pueden conseguir un alivio en momentos de padecimiento.
Entre otras experiencias virtuales, me crucé con las denominadas “terapias de exposición” ya ávidamente practicadas en Estados Unidos y cuya aprobación no para de crecer. Me refiero a la conexión entre tratamiento psicológico y realidad virtual. Este nexo es justificado en base a su alto y aparente nivel de eficacia a la hora de tratar con fobias, ansiedad, etc. ¿De qué terapia virtual estoy hablando? La reciente publicación del New York Times (www.nytimes.com/2017/07/30/te… ) hace referencia a la propuesta de trabajar la psiquis mediante la representación virtual del lugar de un hecho traumático para un paciente, o la simulación de espacios que remiten a algún problema como la adicción al alcohol (un bar) o la fobia a las alturas (montaña, tope de un edificio), por ejemplo.
La start up Limbix es la proveedora del servicio y Google Daydream View es el dispositivo elegido para la experiencia virtual. En el artículo aparecen las voces de distintos terapeutas que trabajaron con esta nueva modalidad, considerándola exitosa. Asimismo, la metodología de Limbix brinda al paciente la posibilidad de reforzar su tratamiento por fuera de la sesión mediante una app que propone “tareas”.
La técnica es presentada como la evolución de las terapias que requerían de la imaginación y memoria del paciente para la recreación de situaciones o momentos traumáticos. Uno de los beneficios reportados en este artículo es que con la realidad virtual la experiencia es más intensa y eficaz ya que “fuerza a los pacientes a enfrentar sus traumas pasados” y hace que aumente su involucramiento emocional.
Ahora bien, más allá de algunos beneficios técnicos que pueda comportar este dispositivo, es interesante analizar hacia donde está dirigiendo el hombre su capacidad creativa, cuáles son los usos que adquieren las recientes innovaciones y finalmente, qué cosas se están dejando de lado, los lugares relegados de la innovación.
¿Representa la realidad virtual una diferencia en la práctica terapéutica o simplemente es un nuevo ropaje para una vieja técnica? Creo que esta iniciativa es coherente con un contexto donde está cada vez más naturalizado el padecimiento de algún tipo de afección o malestar psicológico y cada vez menos cuestionada la proveniencia de dicho fenómeno. ¿Es casual la actual afluencia de la depresión, la ansiedad, el decaimiento emocional? En el Reino Unido han tomado nota de la epidemia y ya funciona el “proyecto más ambicioso del mundo para tratar la depresión, la ansiedad y otras enfermedades comunes”, un sistema de atención primaria enfocado en la salud mental, sin costo alguno y extensivo e ilimitado en clínicas de toda la nación (www.nytimes.com/es/2017/07/30… ).
Si vamos más a fondo quiero plantear la siguiente proposición. Si hablamos de innovación, una verdadera innovación debería ser cultural: en primer lugar, la misma se propondría cuestionar la proveniencia de los males de la época, la ansiedad, la depresión, las fobias, las angustias contemporáneas que últimamente son tan comunes en los relatos de nuestros grupos de amigos, familias, trabajos, actividades. ¿De dónde vienen?, ¿podrían tener un correlato con las opciones vitales que nos está proponiendo la época?, ¿por qué no somos capaces de plantearnos otras opciones que no sean mediante el dispositivo terapéutico, o mucho peor, la tan naturalizada medicalización de las “patologías”?
La aplicación tecnológica que pueda tener la realidad virtual en una terapia denota también que no hay nada nuevo detrás de este tipo de innovaciones. Da para pensar que la idea de futuro que nace desde las entrañas de la Cultura Central es que la innovación tecnológica proveerá una optimización de la humanidad tal como la conocemos y no un cambio disruptivo, una evolución que dé en la tecla con una propuesta que utilice el potencial de la tecnología para derruir las estructuras que nos angustian y que representan la conservación de una humanidad en estado de crisis.
Parece que la opción evolutiva nace más bien desde la descentralización y de la capacidad crítica de los individuos de formar sus propias tecnologías y culturas y no desde propuestas “cool” provenientes de movidas centrales y estatales o privadas con fin de lucro.