Del registro a la perspectiva
Por Laura Marajofsky
Existe toda una gama de cosas que no vemos diariamente, que escapan a nuestro poder de observación. Estas áreas ciegas de nosotros mismos, de la cultura, parecieran ser las causantes de tantas equivocaciones y errores de cálculo cotidianos. Ahora bien, ¿qué pasaría si pudiéramos anoticiarnos de aquellos fenómenos que antes nos parecían imperceptibles, si amparándonos en la tecnología pudiéramos hacer evaluaciones más precisas de la realidad? ¿Acaso el problema es la falta de información, o se trata de algo más profundo relacionado con lo que no estamos entrenados para ver?
En los últimos años se comenzó a notar una predilección por registrar minuciosamente muchas de las variables de nuestras vidas (desde aspectos relacionados con la salud, el sueño, el sexo, el estado de ánimo, la productividad e incluso el bienestar espiritual), para luego sacar conclusiones al respecto. Sobre esta tendencia reflexiona un artículo reciente del Nytimes, explicando la atracción que despiertan sitios como MedHelp o el proyecto Quantified Self. Así, técnicas antes reservadas para ámbitos netamente vinculados a lo laboral o lo corporativo, comenzaron a utilizarse en otros espacios para monitorear los propios hábitos.
Si bien llevar un registro de nuestra dieta, por tomar un ejemplo, puede generar conciencia acerca de cómo nos alimentamos, iluminando aquellas zonas que entre la inercia y la ignorancia muchas veces quedan en penumbras, pareciera necesitarse más que esto para movilizar un cambio significativo.
Claro que un espíritu que busque minimizar las probabilidades de error juntando datos y analizándolos, probando modelos y testeando su efectividad, es bienvenido, en especial en un contexto cultural que muchas veces promueve todo lo contrario -fomentando las naturalizaciones y estimulando el dogmatismo. Y es que en un mundo que se complejiza a gran velocidad, y que pone numerosas herramientas tecnológicas al alcance de las manos -algunas más subutilizadas que otras, sino basta mirar a Facebook y cía- se vuelve fundamental tener un esquema de gestión personal que permita administrar los recursos (tiempo, energías, inspiración, contactos sociales) de la mejor manera posible.
Pero todas estas listas y mediciones se tornan inútiles en la medida en la que no tengamos claro qué es lo que estamos buscando o tratando de demostrar, un plan estratégico de vida que conecte estas inquisiciones con cómo nos proyectamos. Sin esto, todo registro meticuloso que podamos realizar carece de sentido y se vuelve sencillamente una carcaza vacía.
Una prueba de que tener los medios y la capacidad de procesamiento no genera en sí inteligencia, surge de observar la forma en la que a veces se manejan grandes organizaciones o entes gubernamentales, cometiendo deslices dignos de una película cómica. Sin ir más lejos, la semana pasada las fuerzas del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos casi dejan escapar a un sospechoso que se disponía muy cómodamente a salir del país tras el atentado frustrado de Times Square. Ésta es una pequeña muestra de la creciente dificultad (ya sea a nivel institucional como individual) para “cruzar” información y realizar un análisis integral de situación.
Sucede que cuando uno no está predispuesto a ver ciertas cuestiones, difícilmente pueda contemplarlas en sus cálculos y reflexiones. Levantarse a la mañana y hacer un trabajo particular, elegir un tipo de relación, estudiar algo. Todo esto tiene un trasfondo cultural cuya impronta en lo cotidiano es algo que a menudo fallamos en reconocer.
He aquí la paradoja, tenemos cada vez más herramientas para medir y pensar la realidad, pero se nos dificulta enormemente hacer una evaluación honesta y consistente respecto de la manera en que estamos viviendo.
Si esta progresiva tendencia hacia una apreciación más exhaustiva del mundo puede fomentar una actitud responsable respecto de la propia vida, o ayudar a construir dinámicas virtuosas que permitan cuestionar viejos modelos y proponer otros nuevos, permanece todavía en suspenso; no obstante, podría al menos dejar entrar algunos haces de luz que vayan paulatinamente alumbrando aquellas cosas que no solemos mirar.
Magdalena
26/05/2010 17:08
Laura,
Me pareció interesante tu viewpoint. Expresa de manera clara y sencilla la paradoja de tener el acceso a mucha información y la no tan explotada capacidad de hacer inteligencia con ella de algún modo.
El ejemplo del sospechoso por el intento de atentado en NY me sorprendió un poco. Me parecía que se venía hablando de cuestiones más caseras, y de pronto vemos que estos menesteres también fallan a niveles supuestamente más profesionales… Está bueno pensarlo así, notarlo así, y da para pensar más ejemplos así como estrategias para que no se nos escapen cosas tan simples pero complejas (así es la complejidad muchas veces, simple) como las que también nombrás: decidir un tipo de relación, hacer un trabajo en particular, etc.
Saludos.
Malén.