La manipulación de la cultura por otros medios
El mundo es complejo y cambia, qué obviedad. Por suerte para los inquietos y los que buscan entender y vivir lo que pasa con honestidad.
Pero una verdadera desgracia para las instituciones que, acicateadas por el campanear de su decadencia, se apretujan en salidas poco decorosas.
Ahora nos toca ejemplificar con un trío de nefasta relación emergente: el Estado francés, uno de sus reductos oficiales de “cientistas” sociales, el INSEE (Institut National de la Statistique et des Études Economiques) y una retahíla de medios de comunicación masivos.
Desde el vamos, Francia, en su profunda crisis demográfico-previsional, viene desde hace tiempo “apretando” a sus ciudadanos para que suscriban el modelo familiar tradicional, por supuesto cada vez con más dificultad.
Por eso no debería sorprender que un empleado del estatal INSEE publique un trabajo titulado “Las personas en pareja viven más”. En el mismo se conjugan al menos dos tipos de manipulaciones alevosas de la realidad.
En primer lugar, la información comparada proviene de los censos de población realizados en aquel país en los años 1999 y 2004, y en este caso se remite al intervalo de 40 a 90 años y encasillando la situación relacional de las personas en cuatro categorías excluyentes con una ostensible limitación en su capacidad descriptiva (nunca vivió en pareja, viudo, separado o en pareja). A partir de este punto el artículo se despacha con sorprendentes generalizaciones, llegando incluso a postular que con dos hijos se maximizan las posibilidades de sobrevida de las personas.
Pero la distorsión mayor reside en anular completamente el análisis de contexto cultural, no teniendo en cuenta las salvedades que corresponden a:
a) la presión social para seguir determinado modelo.
b) la discriminación según el status deseado por los individuos, no sólo el resultante.
c) los cambios de época.
La comprobación de estas notables omisiones parece remitir al fracaso de las disciplinas sociales institucionalizadas para incluir planos de análisis como el cultural, que se muestran reacios a ser entendidos desde la mojigatería corporativa.
Lo que queda, una resaca analítica de cuantificaciones falaces, es entonces reciclado por los medios masivos que reproducen las conclusiones del “estudio” sin siquiera tomarse el trabajo de relativizar los resultados o ponerlos mínimamente en contexto.
Y ahí se cierra el círculo vicioso, transformando una arbitrariedad corrupta en una cuasi-verdad que contamina el espacio de la percepción de la cultura con un recurso de extrema baja calaña: tomar el abusivo lenguaje científico original, que ya era desubicado, y agregarle un nivel de reducción adicional (el diario argentino Clarín puso en su tapa directamente: “Prueban que vivir en pareja alarga la vida”).
Pero la deformación deliberada y el corporativismo reaccionario tienen un límite nítido en la voluntad de los individuos de utilizar una estrategia independiente a la hora de constituir herramientas para observar y proyectar.
Y es que hay un caprichoso y sutil disparador que naturalmente va marcando una diferencia: el posicionamiento respecto de la creciente complejidad de los escenarios. Para los estados, la academia y los medios, una mala noticia. Pero el hombre va descubriendo que, de la mano de las posibilidades, se puede ser amigo de esta complejidad.
Aquí es donde empieza una feliz separación.