Transhumanismo de trasnoche
Después de tres noches a puro debate sobre el transhumanismo, los pensamientos y reflexiones van y vienen como ráfagas, se chocan y fluyen con una velocidad tan grande que cuesta atraparlos. En mi caso, algunas veces, las ideas logran cristalizar un tanto más tarde que las situaciones que las provocan.
El origen de esta introspección es que el transhumanismo, como corriente filosófica que compromete de lleno nuestra existencia actual, tiene un gran potencial para despertar y torcer multiplicidad de territorios que se jactan de ser naturales. ¿Qué es el transhumanismo sino una provocación a la idea de lo natural en el devenir del ser humano?
Si hay algo que siempre me ha embelezado es la posibilidad que tenemos de desnaturalizar todo, desmenuzar discursos, acciones y omisiones, hallar la inmensidad de sentidos que existen o que pueden existir sólo si nos animamos a crearlos y luego, a retarnos a nosotros mismos con ellos.
¿Qué tal si lográsemos corroer las estructuralidades más fuertes, aquellas que de alguna manera nos dan sustentabilidad y nos permiten pensar e imaginar nuestro día a día?
Conocer, pensar y desnaturalizar nos da la posibilidad de operar. No creo que sea suficiente con conocer si no podemos gestionar aquello que se nos presenta como producto de cierto descubrimiento.
Las potencialidades que se disparan de los avances de la tecnología permiten visualizar las potencialidades que tenemos de ser agentes, de intervenir en nuestro medio vital , lo cual me lleva directamente a afirmar que en la vida no hay nada de natural sino que es pura artificialidad, estrictamente diseñada y pasible de infinitas mutaciones. Yo creo que este es un primer nivel de análisis que se convierte en fundamental si nos proponemos el objetivo de gestionar nuestra propia vida, saborear realmente algo de la libertad.
La simplificación, el confort y la vanaglorización de la vida en el experiencismo es el plato fuerte que nos ofrece la Cultura Central en este momento cuando nos presenta los grandes cambios que se vienen de la mano de la tecnología. Esto quiere sugerir que cada avance que se oriente a favor del bienestar y del mejoramiento de calidad de vida del humano, corre la suerte de caer en una radicalización de ciertos mapas culturales que continúan reproduciendo los discursos que más hemos sabido naturalizar: la familia, la reproducción, el trabajo, el ocio, la muerte, entre otros. Pero, ¿acaso no son algunos de los pilares que deberíamos atrevernos a deponer si buscamos sentidos profundos sobre la vida?
El transhumanismo (crítico) pone en jaque la separación ontológica y tan cómoda entre hombre y tecnología, porque se pregunta si aquella no es otro de los discursos que obnubilan e inhiben las posibilidades de pensarnos como actores y participes de cambios tan extraordinarios que para algunos puede parecer cosas reservadas a “mentalidades de genios” y no a simples terricolas. Al contrario, sostengo que es necesario tomar las riendas de la evolución y atreverse a romper con los rasgos identitarios que nos buscan perfilar como meros espectadores fascinados frente a las vidrieras más magnificas.
No hay respuestas fáciles o evidentes, al contrario, pueden ser rebuscadas y engorrosas, pero no perseguirlas sería una atrocidad. Autor: Melina
Fuente: rro