La Memoria: El lugar donde las cosas ocurren por segunda vez…

En la última reunión se habló, desde ópticas distintas, de la enorme e increíble posibilidad que presenta este tiempo de comenzar a permitir reconfigurar la dotación biológica y emocional (si es que estas fueran cosas no vinculadas y remitan a cuestiones de distinto origen) del ser humano.

Sin duda alguna estamos ante la presencia de uno de esos puntos cardinales (del latín cardinalis “principal”, y este de cardo, “gozne, bisagra”, de origen incierto) es decir y apelando a la interesante figura que nos trae la etimología de la palabra, estamos ante una bisagra en la historia humana, un punto en el espacio tiempo donde ésta gira y cambia de rumbo, lo cual es un privilegio no menor para todos nosotros.

Sobre la cuestión genética y biológica no voy a incursionar, no por falta de interés, sino por el escaso conocimiento sobre ambos temas. Pero donde sí me animo a decir algo, no por abundancia de ciencia sino por el desprejuicio (injustificado y culpable) que tengo en temas relacionados con la cultura, es en el punto de la reconfiguración de la memoria.

Como en muchos temas, me siento ante esta situación con un estado de ánimo dual, por un lado aparece el atávico miedo al cambio y por otro la inequívoca atracción que supone la aventura de explorar territorios desconocidos.

Los aspectos positivos de esta posibilidad se fundan en la idea de poder esculpir nuestra memoria personal a gusto, pudiendo descartar todo aquello que creemos nos hace mal y nos limita emocionalmente.

Por primera vez en la historia de la humanidad, pasaríamos del rol de protagonistas a editores de nuestro pasado, con capacidad de suprimir (entendemos que también disminuir) el impacto que tienen en nuestra matriz de decisiones los ecos emocionales de situaciones vividas que consideramos traumáticas o tan solo inútiles de justificar su guardado.

Imaginamos un ser humano que frente a una situación que le implica una decisión tiene en su arsenal emotivo solo información y ningún prejuicio, ningún miedo producto de una experiencia fallida en ese tema, el pasado no proyecta su sombra sino ilumina con los aspectos ciertos y comprobables de la situación similar ya vivida a los efectos de no volver a cometer los mismos errores.

Este sería, en modo abreviado, los aspectos positivos, pero también tiene su lado B, su aspecto negativo, el lado oscuro de la fuerza, y todos estos puntos no son despreciables.

¿La formación de la personalidad sería completa si solo usamos los aspectos positivos, o peor aún, aquellos que creemos positivos o beneficiosos?

Haciendo una analogía ¿Es posible una nutrición completa con una dieta exclusiva centrada en lo dulce?

¿No estaríamos dando cauce a una personalidad debilitada, acostumbrada al no conflicto?

El rock nacional es a Laguna Placida lo que los griegos a la filosofía, una fuente de citas:

Cuando las estrellas caen… ¿qué se puede hacer salvo ver películas?
(La Máquina de Hacer Pájaros – Películas)

Se cree más en los milagros a la hora del entierro.
Este hombre trabajó: ¿quién escribirá su historia?
¿La cal reseca? ¿La viuda que sueña?
¿Los amigos que siguen igual?
(Juan Carlos Baglietto – El Témpano)

Cuando creamos que nos fue mal, cuando tengamos una mala experiencia, en suma cuando nuestras estrellas caen… ¿qué podríamos hacer? solo tendríamos que ver la nueva película de nuestra vida, seríamos adictos a nuestra capacidad de alterar el pasado, nacería una nueva droga a la que ya sugerimos nombre: Alterium

Lo peor, como anticipa Baglietto, un recuerdo que en principio dejamos en nuestra memoria puede mutar de bueno a malo al acercarnos a situaciones de conflicto, y frente a ella seríamos “carne” de edición, empezaríamos a borrar y suprimir, a reescribir nuestra historia y, seguro, no pasará mucho a que surja un nuevo trabajo, la tercerización de servicios de edición, aparecerán quién ofrezca sus servicios profesionales de edición con hermosos avisos: “¿Esa amputación te trae problemas? Bórrala ya!” “¿Tu novi@ te dejó?: Deja vos su recuerdo en Desmemoriam S.A.”

Por otro lado, podríamos pensar en que esta nueva situación daría pié al nacimiento de un nuevo apotegma: “Recuerdo Borrado, Recuerdo Perdido”, porque salvo que surja un repositorio personal de recuerdos borrados, una suerte de papelera de reciclaje evocativa del cual fuera posible su restauración, los aspectos más personales de un hecho, aquellos que no son generables por otra persona ya que le darían su impronta y no la nuestra, quedarían perdidos para siempre:

“todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia”
(Monologo final del replicante en Blade Runner)

Continuará…

Daniel Lopez
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  • Daniel
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    Aquello que nos hace Humanos

    "todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia"
    (Monologo final del replicante en Blade Runner)

    El final sin final de mi anterior artículo me sirve como enganche para un tema que no está alejado de lo expuesto en el mismo.

    Si la reconfiguración a voluntad de la memoria que surge de las nuevas posibilidades que brinda la tecnología, podía abrir las puertas a ciertos cambios en nuestra estructura psíquica que nos exponían al riesgo del empobrecimiento de nuestra personalidad, de nuestros recursos emocionales que tan necesarios se vuelven frente a situaciones de conflicto.

    Esta pequeña contribución a este digno foro, marcha en una ruta paralela a los efectos descriptos en dichos cambios ya que si el anterior escrito, en algún sentido, hablaba del empobrecimiento de nuestra personalidad, también podría ser entendido como aquellos avances que significan una suerte de retroceso en nuestra conformación como humanos.

    ¿Por qué decimos esto? Porque creemos que todo aquello que vaya en el orden a la clonación de la personalidad (el alma o el espíritu, o como queramos llamarlo) supone una pérdida en la riqueza de la humanidad.

    En la medida que se pueda editar los hechos de la memoria, es decir en cuanto surja de manera concreta la posibilidad de modificar los recuerdos, comenzará una incesante búsqueda de una "huella" mnémica perfecta, aún al precio de comprarla o adquirirla sin importar que no haya sido real.

    Todas estas posibles ramificaciones me trajo a la tan mentada memoria lo que se discutió creo hace dos o tres reuniones acerca de que una posible traza de "humanidad" sería la facilidad en que el hombre cae en contradicciones en oposición a la coherencia que exhiben las máquinas.

    ¿Qué es lo que nos hace humanos? Tremenda pregunta que no puedo contestar, pero sí al menos intentar acercarme a dicha respuesta.

    En la película "Blade Runner" se mostraba un cierto test (se lo menciona como el Test Voight-Kampff) que permitía medir los grados de empatía. Supuestamente los androides, allí llamados "Replicantes", carecían de esa característica humana.

    Por lo que pude leer, Philip K. Dick (autor del cuento que sirve de base a la película) cita a un miembro de las SS destinado en Polonia que decía: «Por la noche nos mantienen despiertos los gritos de hambre de los niños». Dick explicó que llegó a la conclusión de que su autor poseía «una mente tan emocionalmente defectuosa que no se le puede aplicar el calificativo de humana…». En esa falta de empatía por el dolor del otro, dio inicio a la idea de un replicante sin dicha capacidad.

    En resumen, Dick retoma la idea de definir lo no humano a través de una carencia respecto de lo humano, él asume que es la falta de capacidad empática, algo que sin embargo al final (no digo más porque arruino la película para el que no la vió) el replicante parece desdecir.

    Claramente percibimos que no es la inteligencia, la capacidad de abstracción, la fenomenal habilidad para recordar cosas, caras, gestos, la facilidad para establecer patrones, la capacidad de manejar grandes volúmenes de datos, etc., lo que nos podría diferenciar de los robots, hasta la producción artística ha sido replicada con éxito por programas expertos.

    Es decir en aquellos campos que aspiramos a descollar como humanos perdemos por goleada frente a los robots porque ellos son decididamente mejores y, paradójicamente, en nuestros errores, nuestras contradicciones, nuestras pasiones sin sentido, ahí tal vez resida el núcleo diferenciador de nuestra humanidad.

    Da cierta pena que quitados los aspectos comunes con que podríamos compararnos con los robots, lo que queda de diferencia a favor del humano sean aspectos que los mismos humanos, en principio, tildamos de negativos y no nos enorgullecen.

    Usando una imagen muy pedestre pero fuertemente gráfica, un robot sería como una de esas hormas de queso compactas, mientras que el hombre tomaría el lugar del queso "gruyere". Comparando ambas piezas lo que primero surge como diferencia son los agujeros del gruyere, que justamente no son queso, sino su ausencia.

    Somos concientes de que se acerca el advenimiento de otra especie pensante y eso nos aterra, estamos como hijos únicos ante la noticia de la llegada de un hermano que viene a modificar el estado de cosas que tanto nos costó lograr.

    En esta necesidad de preguntarnos qué somos y cuál es nuestra diferencia, tal vez allí resida algo que nos distinga de los robots.

    Toda esa búsqueda de respuestas, me parece que remiten a la necesidad de encontrar algo que justifique que nos quieran, me arriesgaría a decir que hay un vacío que necesitamos llenar como especie para sentirnos merecedores del afecto, de allí los miedos que nuestros nuevos compañeros de ruta nos suscitan.

    23 de August de 2016 at 10:12 pm
  • Melina
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    Sumándome a este bello espacio de intercambio tengo para acotar una serie de cuestiones relativas al tema de la memoria y el olvido:

    Como bien señaló Daniel, este tipo de avances de la tecnología (léase la posibilidad de gestionar nuestros recuerdos a través de sustancias químicas) nos obligan a indagar acerca de lo más profundo de la condición humana. Vivimos en un entorno cada vez más intervenido por la tecnología. Ésta nos propone el diseño químico de nuestros gustos y pasiones, la selección de sensaciones, la posibilidad de diseñar nuestra propia versión de "la felicidad".
    La naturalización de este entorno es, sin embargo, una de las características más alarmantes.

    ¿Estamos preparados para este tipo de alteraciones biotecnológicas? Yo creo que una de las cosas que más nos perturba es justamente no poder imaginar aquellos efectos que estas intervenciones finalmente podrían tener en la constitución de nuestra subjetividad, en el devenir de lo humano. ¿Qué sucedería si pudiéramos controlar y seleccionar a piacere nuestra experiencia, nuestro recuerdo del pasado? Coincido con Daniel en el hecho de que esta modificación daría cuenta de lo débil y endeble que es la especie humana ya que demostraría la poca tolerancia hacia las experiencias traumáticas que ofrece la vida, pero que también son constitutivas de nuestra personalidad y forma de relacionarnos con el mundo; como consecuencia se podría imaginar la generación de una forma de vida edulcorada.
    Me pregunto también si no es desde los inicios de la utopía tecnocientífica moderna que el ser humano ha perseguido justamente esta voluntad de alteración de sus disponibilidades naturales en vista de una "mejor calidad de vida". La tecnología ofrece la posibilidad de ahuyentar la enfermedad, prolongar la vida y modificarla, lo que supone una cooperación entre tecnología y ser humano. ¿Esto quiere decir que somos insuficientes biológicamente y tenemos una relación de necesidad con lo tecnológico? acaso la tecnología no es aquel lugar donde podemos pensarnos y hacernos a gusto? ¿Si somos seres sufrientes, es necesario mantener esa condición si la tecnología habilita un horizonte de bienestar?

    Esto me lleva a otra discusión aún más trascendente: ¿existe una naturaleza humana? ¿ Es ella deseable y es antitecnologica? Desde una mirada humanista, la tecnologia persigue la modificación de las bases sobre las cuales la vida se sustenta, es decir, el dolor (proveniente de los recuerdos traumáticos), la enfermedad, la vulnerabilidad y la contingencia que serían características fundamentales de lo humano. Pensar en intervenciones técnicas significaría atentar contra nuestra esencia. Si podemos controlarnos y diseñarnos, entonces nuestra ontología se acercaría mucho más a la de un ser programable, un robot: en este sentido,lo azaroso e imprevisible del sujeto devendrían en posibles recuerdos borrables.

    Ahora bien, si pensamos en una visión post humanista o trans humanista (de la cual uno de los exponentes es Peter Sloterdikj), la técnica encarna la posibilidad de ser mejor en el mundo, y por ello la tecnología habilita un cambio positivo, un avance del hombre.

    Me interesa la reflexión de Dani sobre la noción de conflicto. Puede existir una vida humana en la quietud, en el puro disfrute, en el goce eterno? Por otra parte, si estamos continuamente borrando o alterando nuestros recuerdos, no podríamos caer en un tiempo sin forma, en una inmutabilidad de nuestras conciencias? El conflicto, el dolor, es también una forma de aprender y de dar cierta movilidad a nuestras experiencias. Qué sucedería si no existiera más esa forma de vida?
    Quizás una pregunta importante podría ser: ¿Qué formas de humano habilita la tecnología? ¿Qué discursos y que lecturas sobre nosotros mismos hacemos a través de ella?
    No es la memoria un elemento central en nuestra percepción? Sabemos la importancia cabal que ésta tiene en nuestro país, que ha tenido que atravesar historias de terror en retiradas situaciones. ¿Qué pasaría si pudiésemos borrar esos recuerdos? ¿No sería una falta de responsabilidad, una negación? La imposibilidad de crítica y de construcción frente a hechos aborrecedores y traumáticos puede implicar la edificación de una especie humana pasiva e indiferente, éticamente nefasta.

    24 de August de 2016 at 6:29 pm
  • Aldana Lagomarzino
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    Nuevamente Dani, gracias por estos disparadores alucinantes que nos regalas en el foro.

    Que candor tiene lo humano, esa cierta esencia fantasmagórica de coquetear con el vacío pareciera ser la coreografía favorita del hombre.

    ¿No Resulta ciertamente graciosa la indignación que proyectamos Legranezcamente ante los avances tecnológicos que parecieran sorprendernos todo el tiempo? Cual niño que año tras año, siempre el mismo día, a la misma hora recibe un regalo bajo el árbol navideño, no logramos asimilar aquello con lo que nos codeamos todos los días.

    Ahora bien cuando hablamos de la configurabilidad de nuestros recuerdos, de nuestras experiencias (de forma química) me resuena un comportamiento cuasi compulsivo que tenemos los humanos de esta generación (la mía y posteriores) que es el de la modulación de nuestra máscara vienesa, la cual enaltecemos embellecemos, decoramos, y cuidamos con suma dedicación… esa mascara que vamos esculpiendo todos los minutos de nuestra vida para seducir en el mar deseado de las redes sociales.

    Facebook nos recuerda que foto nos tomamos hace 5 años, nos muestra diapositivas de una tierna historia de amistad con alguno de nuestros "contactos", el tiempo se disuelve en los scrolls de un mouse.

    Que tema el de modelar recuerdos, claramente, peligroso y más aun cuando no se sabe gestionar. Quizás sea polémico pero ¿Que tal si el borrar la emocionalidad de un recuerdo pudiera evitar una enfermedad?¿O una depresión patológica? Pero a su vez… ¿Qué tal si el borrar un recuerdo generara monigotes reverenciando un vacío insalvable?

    Es allí donde nuevamente llegamos tarde señores! Las redes ya lo están haciendo por nosotros, alguien mas está tomando esa decisión, sin la necesidad del uso de un fármaco, pero sí operando dentro de tu propia cabeza.

    Allí es donde me remito a lo expuesto por Meli, acerca de la inmutabilidad de las conciencias… lo leo y da escalofríos, sería algo así como la redención de las almas en la tierra. Los recuerdos son parte nodal del aprendizaje básico del ser humano, y el aniquilar el acecho de los mismos es un dopaje directo al raciocinio y a la evolución.

    ¿Cómo saber las potencialidades de los pensamientos que podría generar el revivir una memoria en distintas instancias y momentos de la vida? ¿Cuántas posibilidades aniquilaríamos por tapar el síntoma?

    Una vez mas nos encontramos marcando la importancia de contemplar las causas y definitivamente los innumerables efectos y consecuencias de nuestras decisiones.

    24 de August de 2016 at 9:19 pm
  • Emilia
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    Qué placer leer las reflexiones que disparás, Dani.

    Frente a este fenómeno de la edición de los recuerdos no puedo evitar, en un primer lugar, intentar verle un costado independentista: ¿no será posible concebirlo como una manera de toma de control del individuo de su propia conciencia, una manera de hackear el tiempo? Sin embargo es más fuerte la idea de que los recuerdos son una fuente muy poderosa de información, y limitarlos o eliminarlos sería resignar herramientas muy útiles.

    Ahora, algo que me resulta más escalofriante que la mutación de la memoria a través del uso de fármacos, es la sospecha de que algo similar ya existe. ¿Qué nos hace pensar que no hacemos nosotros mismos (con niveles de conciencia variables) una edición de nuestros recuerdos? De hecho de eso se trata la narrativa como representación de nuestra identidad. Cada uno crea una narrativa propia en base a la selección de ciertos recuerdos y con eso construye la historia que lo define como individuo. Y ahí creo que das en la tecla, Melina, cuando te preguntás si la eliminación de los recuerdos nos haría caer en una inmutabilidad de nuestras conciencias. El auge del storytelling tiene la función de reducir identidades a la linealidad de una historia, a limitar las infinitas potencialidades de un individuo a un discurso cristalizador. En relación a eso, me retrotraigo a dos puntos interesantes del artículo que llevé el jueves pasado (https://aeon.co/essays/would-you-purge-bad-memories-from-your-brain-if-you-could). Por un lado, la autora se pregunta "¿En qué momento la memoria es algo prescindible en función del bien de un individuo o de una sociedad?¿Y por qué es menos tolerable usar medicamentos para eliminar o suprimir un recuerdo que apoyarse en nuestros propios cerebros para hacer ese trabajo?". Por otro, Lauren Gravitz concluye su artículo sosteniendo que sus recuerdos incompletos han definido su entendimiento de su propio yo y se han convertido en parte de una narrativa que no desea cambiar. Resulta muy interesante observar cómo, desde la Cultura Central, se rechazan avances tecnológicos que, como en este caso, son claramente cuestionables, pero por las razones equivocadas. No es porque se considera información muy valiosa a los recuerdos, sino porque constituyen una identidad ya asentada y que debe quedar inmutable.

    Es muy interesante lo que decís Dani sobre la contradicción como traza de "humanidad", y creo que está íntimamente relacionado con la cuestión de si eliminar el aspecto emocional de los recuerdos o no. El gran problema ahí es la irremediable contraposición entre razón y sentimientos. ¿Por qué lo emocional pareciera tener efectos tan dañinos al punto tal que haya que eliminarlo? ¿No habrá una manera de hacer un mejor uso de nuestras emociones, que creo yo constituyen una poderosa herramienta de percepción de la realidad? Lo relaciono también con el planteo de Meli sobre la falta de responsabilidad que implica la eliminación de recuerdos, con el que estoy de acuerdo. Observar recuerdos pasados desde un desapego emocional puede facilitar, en mi opinión, la claudicación de la responsabilidad sobre las acciones pasadas, la cual adquiere otro carácter y otra importancia una vez que se empieza a pensar el tiempo en términos semánticos en lugar de sintácticos. Y como decía Char hace algunas reuniones, el oso del pasado te va a venir a buscar.

    A la contradicción que genera la guerra civil entre razón y sentimientos, podemos agregar la fuerte tendencia a la evasión dentro de, como sostuvo Dani en su excelente posteo anterior, una era de búsqueda de verdad y conocimiento. En una época en la que la neurociencia pareciera estar desesperada por llegar a una comprensión cabal del cerebro, encontramos fármacos que nos permitan eliminar recuerdos. En una época que nos ofrece casi infinitas posibilidades, enfocamos nuestra atención en la superficialidad de las máscaras a las que se refiere Aldi. ¿Qué futuro podemos pensar que le depara al humano que se autoimpone cada vez más contradicciones?

    25 de August de 2016 at 2:41 pm
  • Carlos Lavagnino
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    ¡Qué buenos aportes de todos! Quiero sumarme, tratando de enlazar y emprolijar un poco lo que se planteó en el Club:

    1) Configurabilidad de los recuerdos: no parece haber una manera de justificarla. No sólo porque son una representación de algo que excede los territorios propios de soberana configurabilidad del individuo, sino porque la idea de aproximación a la verdad subyace en la utilidad misma de la memoria, y la verdad no puede ser nunca sujeta a configuración.

    2) Replicantes empáticos: si tradicionalmente se entendía que la diferencia entre humanos y robots estaría dada por la capacidad de empatía (Test Voight-Kampff), no queda desairada, y hasta invertida esta posibilidad de diferenciación? Al convertirse la empatía, mediante su industrialización contemporánea, en un rasgo de clonación imperativa, ¿no quedó el humano hiper-empático en una situación más siniestra que la más fría de las máquinas? ¿No sería deseable que el post-humanismo refundara una empatía post-gregaria, quizás más cercana a un emergente tipo Her (y HAL?) que a los zombies de Instagram?

    3) La programabilidad como una constante en la evolución humana: la emancipación, y por ende programación (propia) de cierto orden de nuestras vidas, no debería anular la contigencia o el azar, sino permitirnos desplazar el eje performativo hacia territorios que antes ni siquiera eran mínimamente asequibles (corrimiento de la línea de frente, mano a mano con la entropía y la estructuralidad).

    4) Modulación, sincronización…: "Ahora bien cuando hablamos de la configurabilidad de nuestros recuerdos, de nuestras experiencias me resuena un comportamiento cuasi compulsivo que tenemos los humanos de esta generación (la mía y posteriores) que es el de la modulación de nuestra máscara vienesa, la cual enaltecemos embellecemos, decoramos, y cuidamos con suma dedicación… esa mascara que vamos esculpiendo todos los minutos de nuestra vida para seducir en el mar deseado de las redes sociales." Este magnífico fragmento de Aldi va mostrando cómo se operativiza el reemplazo del eje memoria/verdad por el eje experiencia/montaje.

    5) …y contradicción! Memoria preformativa: lo único que nos permite impulsar el post-aprendizaje; no alcanza con cometer menos errores, hay que dejar de "ser" el error. Mientras tanto, la aceleración en complejidad hace fracasar la estrategia de aprendizaje clásica, y genera la sensación de que un aprendizaje operativo se hace cada vez más difícil y costoso. Parecido al "trauma" de la razón. ¿Y si nos colgamos a la nube?

    6) La Súper Nube de la Cultura Central y el Streaming: nuevo modelo para relacionar el Experiencismo, la dilución de la memoria y el adelgazamiento de la capacidad de procesamiento del humano descentralizado. Todo vacío se llenará con experiencias en streaming, homogéneas, baratas, industriales. Se multiplica la basura online. Crisis de abundancia y de calidad. Las aplicaciones toman nota y empiezan a borrar automáticamente (Snapchat), cerrando el circuito de la licuación del registro y el adormecimiento de la sensación de responsabilidad.

    7) Problema del Umbral: vuelve la Singularidad más recargada que nunca. Siempre hay algo cualitativamente más Importante.

    29 de August de 2016 at 1:38 am

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