Como un dibujo de Escher
En su libro “Applied minds: how Engineers think” (Mentes aplicadas: cómo piensan los ingenieros) Guru Madhavan explora las herramientas mentales que permiten hazañas de ingeniería. El marco de su trabajo es un concepto flexible que llama “sistemas de pensamiento modular”.
Habla de trasladarse de una plataforma para el desarrollo personal y profesional basada en la profundización de un único talento hacia el armado de un abanico de técnicas y principios. La propuesta de Madhavan va más allá de lo sistemático como método o característica, implica entender que nada es estacionario y todo está conectado, y que son las relaciones entre los módulos de un sistema las que configuran una entidad que no puede comprenderse analizando de forma disociada las partes constituyentes.
Cuando se hace zoom con una cámara réflex el enfoque deja nítidos los objetos cercanos al lente y se desdibuja el fondo. Al sumergirse en una parte del cuadro, el resto pierde claridad. Parecería que al poner bajo la lupa algún sector del sistema, al igual que con la cámara, se tiende a perder de vista lo general. ¿Y si hubiese una manera de que ese zoom contribuya a la nitidez de la imagen total? La micro gestión de las parcialidades con la visualización del todo a construir puede ser una estrategia de configuración diferente.
Pensar en sistemas brinda la posibilidad de deconstruir en módulos y reconfigurar, identificar los links fuertes y los débiles, comprender cómo los módulos funcionan o podrían funcionar y aplicar este conocimiento para buscar resultados. No hay un único método de ingeniería, los sistemas de pensamiento modular varían según el contexto.
Las 3 propiedades esenciales del mindset ingeniero que plantea Madhavan resultan tener comparables aplicaciones al análisis y construcción de cultura independiente:
En primer lugar, la habilidad para ver estructura donde no hay nada aparente. Un buen ingeniero puede visualizar y producir estructuras combinando reglas, modelos e instinto. Su mente tiende a gravitar sobre la parte del iceberg sumergida más que sobre la que se encuentra en la superficie. Si la estructura es el tejido, el andamiaje siempre existente pero no siempre visible, sería ventajoso pensar cómo son las estructuras propias, las de nuestras vidas. Observar críticamente una estructura también ayuda a apreciar su valor.
Y lo estructural podría ser esa parte de la realidad que nos es especialmente útil para construir la plataforma de nuestra identidad. Muchas veces lo único aprehensible es una sensación, una intuición de que nos topamos con los cimientos. ¿Cómo sería desarrollar la habilidad para detectar lo estructural, e inclusive la imaginación para construirlo?
La segunda propiedad es la competencia para diseñar bajo restricciones. Los límites suelen ser el alimento de las excusas. Pero entenderlos como las reglas del juego permite pensar que hay algunos susceptibles de ser modificados o trascendidos, y otros que no. Lo más probable es que los que tengan esta última característica no sean los importantes a trastocar.
Y por último, entender los Trade-offs. La habilidad para sopesar alternativas y emitir juicios considerados.
Evaluar nuestra propia capacidad para elegir bien podría determinar si logramos visualizar las crecientes posibilidades y los costos de oportunidad que en esta época se multiplican con cada decisión que tomamos. Por eso me acuerdo de Escher y su visión de múltiples dimensiones, niveles y alternativas de juego, maniobrando con el arte y la precisión para inventar tramas de tránsito y tracción.