La Persistencia: Del Big Bang al Océano
No hablo yo
de fantasmas ni de Dios
solo te cuento las cosas
que se te suelen perder
(El tuerto y los ciegos – Sui Generis)
En la última reunión se habló sobre la conveniencia o más aún, la necesidad de descubrir y/o crear una emoción propia y específica para la persistencia.
“…La idea de la persistencia, es una idea bastante asequible desde tiempos históricos a lo largo de la evolución de la humanidad, la idea de la persistencia, la lucha contra la muerte, el paso del tiempo, son ideas bastantes familiares.
Ahora¿ existirá un correlativo emocional y yo diría casi sentimental, para la idea de la persistencia?… ¿existe un sentimiento asociado a la persistencia? ¿o la persistencia es una idea, radical por cierto, que no implica la apertura o la inauguración de un nuevo espinel de emociones o de sensaciones?…”
(Trascripción de parte de la introducción)
Se supone que otras experiencias de la vida tienen su carga emotiva específica y que eso las predispone al apetito del ser humano, haciendo una metáfora gastronómica, la emoción sazona y refuerza el gusto por tal o cual experiencia, haciéndola más apetecible y por ende, más buscable.
Por tal motivo es importante conseguir que la persistencia tuviera su propia fuente de “gusto”, de tal manera que no solo atraiga por su propia virtud, la que no es poco, sino que además tenga el atractivo que le brindaría su propia emoción.
El problema que le veo a este planteo es que las emociones surgen como productos de las experiencias, es el resultado que el intelecto genera por el impacto de las sensaciones en nuestro sistema sensible.
Toda experiencia, en mayor o menor medida, involucra a los sentidos, su realización siempre genera una emoción:
Etimológicamente, el término emoción viene del latín emotĭo, que significa “movimiento o impulso”, “aquello que te mueve hacia”. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo importante. Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros.
Llegados a este punto me surgen algunas preguntas:
¿Es posible una experiencia sin sensaciones y luego sin emociones?
Si la respuesta a la pregunta anterior es positiva ¿Es posible adosarle a esa experiencia una emoción?
Si la respuesta a la pregunta anterior es negativa ¿Es posible cambiar la emoción original por otra que nos parezca más adecuada?
Y nuevamente me encuentro en un atasco intelectual, porque aunque pudiéramos ya sea darle una emoción o cambiar la existente por la que se nos ocurra, subsiste otro problema, las fases de la experiencia, según creo entender, tienen tres momentos: cuando aparece el estímulo, luego el momento culmine y por último la fase de la relajación.
La sensación y como resultado de la misma, la emoción, surge y se desarrolla entre la fase de estímulo y la fase de realización, allí alcanza su cenit funcional y es donde se nos descarga toda la emocionalidad que viene con el impacto de nuestras sensaciones.
El problema es que la persistencia, por definición, más que un pico es un continuo, una meseta.
Tiene una lógica anticlimática ya que su realización no está contenida entre dos hitos temporales, sino que se mantiene mientras existe, no es una carrera de cien metros, se asemeja a un maratón donde no se advierte la línea de llegada.
Todos los objetos visibles del Cosmos, desde los planetas hasta los supercúmulos de galaxias, emiten algún tipo de radiación. Esta radiación es energía que viaja por el espacio. La luz que vemos es una pequeña parte de esa radicación, la que nuestros ojos pueden percibir.
Pero además de la radiación que emite cada objeto, existe otra radiación: la radiación de fondo de microondas, que es una forma de radiación electromagnética descubierta en 1965 que llena el Universo por completo. Se dice que es el eco que proviene del inicio del universo, es decir, el eco que queda del Big Bang que da origen al universo.
Tal vez cada experiencia en nuestras vidas emita su radiación (el trabajo, un hito educativo, el matrimonio o el divorcio, un accidente, etc.) y genere una emoción detectable pero efímera en el tiempo.
Estoy seguro que la persistencia, como toda experiencia, tiene su emoción propia y específica, pero ésta es como la radiación de fondo, más tenue, más difícil de encontrar, está ahí, solo hay que tratar de percibirla, para que no nos pase como el pequeño pez de este cuento que, como leve final, cito:
EL PEQUEÑO PEZ
«Usted perdone», le dijo un pez a otro, «es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado».
«El Océano», respondió el viejo pez, «es donde estás ahora mismo».
«¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano», replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
(Tomado del libro: “El Canto del Pájaro” de Anthony de Mello s.j.)
Carlos Lavagnino
Recién ahora puedo ponerme a responder tu magistral post Dani, probablemente la pieza más lujosa que se haya publicado en este foro.
Lo primero que quiero plantear es que la emoción vinculada a la persistencia no necesariamente es una emoción vinculada a la experiencia de la persistencia, en la medida que creo que la persistencia es una idea no experienciable directamente, sino que es un sentimiento relacionado a la proyección posible o futura del conjunto de experiencias que constituye la circunstancia vital.
Para poner un ejemplo, la emoción de la melancolía no necesariamente se vincula a una experiencia directa, sino con experiencias que quizás todavía no se vivieron, una latencia.
En esa línea, la emoción de la persistencia la veo más como una sensación vinculada a la posibilidad, el deseo y hasta el imperativo de prolongar la existencia. De hecho, el concepto mismo de persistencia es ininteligible en tiempo presente. Una persona vive en un momento determinado, pero la persistencia debe pensarse en una dinámica que involucra al futuro.
Alguien podrá plantear también que el haber sobrevivido al pasado es, para alguien en un presente vivo, también un acto de persistencia, pero yo trataría de separar lo que es una visión de lo que uno logró atravesar (el pasado), con las emociones vinculadas a un mundo evolutivamente bastante diferente como el futuro, y reservaría la persistencia para este último uso.
Carlos Lavagnino
Asimismo me pareció especialmente inspirador el uso que le diste al concepto de radiación. Hace un tiempo habíamos modelado la propagación de la cultura con la figura de lo ondulatorio, pero nunca se había planteado el tema de la radiación, que habilita algunos rasgos interesantes.
En primer lugar la radiación es especialemente útil para fenómenos que se caracterizan por su persistencia. A su vez, admite rangos de intensidad muy variables, que van desde lo indetectable hasta lo mortal.
Pero volviendo a tu analogía del Big Bang, tiendo a pensar que la emoción de la persistencia emerge de la sensibilización con lo Estructural. Lo Estructural irradia en esas frecuencias que convierten a lo real en una complejidad desafiante e invocan el sentimiento de persistencia, un llamado de inmensidad irresistible, cuyo eco lejano puede ser esa inquietud titilante que sobreviene al mirar una noche profunda.
Emilia
Te felicito nuevamente Dani por ese gran post que generó discusiones tan interesantes.
La cuestión de la relación entre persistencia y emociones, como yo lo veo, tiene su punto nodal en otro aspecto. Y esto es: la persistencia es algo que muy difícilmente pueda llevarse a cabo de manera incosciente, o al menos no prolongadamente – que es aquello que se está planteando. Es decir que para que pueda reconocerse una tendencia hacia la persistencia, debe haber un cierto trabajo consciente y voluntario, como puede ser el desarrollo de una estrategia de gestión del acostumbramiento, de la que hablaba Char en su intro un par de reuniones atrás. Creo yo que para llegar a hacer algo tan estructural y determinante en la vida de una persona, no alcanza con que la persistencia tenga de su lado a la razón. No alcanza con que la persona llegue a la idea de persistencia y la considere necesaria racionalmente, sino que tiene que haber un soporte emocional previo a esa idea. Imagino que podemos coincidir en el hecho de que por más que un individuo entienda racional y lógicamente el valor de la persistencia, si emocional y sensorialmente le asigna mayor valor a aquello que brindan cosas tales como los deportes extremos, lo más probable sea que esa persona no se incline hacia la persistencia, sino que la rechace.
En ese sentido, se me ocurre que también podríamos pensar aquellas emociones (imagino que pueden ser varias), que constituirían el correlativo sentimental de la persistencia, justamente como la semilla de la misma, sin la cual la idea de persistencia no podría tener viabilidad alguna.
Daniel (Rayo de Luz)
Emilia: Hola !! muy bueno tu aporte a este intercambio de ideas.
La persistencia y su emoción, he aquí un gran problema.
Yo argumentaba:
"Tiene una lógica anticlimática [la persistencia] ya que su realización no está contenida entre dos hitos temporales, sino que se mantiene mientras existe, no es una carrera de cien metros, se asemeja a un maratón donde no se advierte la línea de llegada"
Al respecto Carlos brinda una idea interesante cuando dice:
"… creo que la persistencia es una idea no experienciable directamente, sino que es un sentimiento relacionado a la proyección posible o futura del conjunto de experiencias que constituye la circunstancia vital"
Es decir que frente a la persistencia, podríamos esquematizar estas respuestas:
a) no tiene una emoción propia porque es el medio donde se dan las otras experiencias
b) tiene una emoción muy débil, real pero casi indetectable
c) tiene una emoción de segunda generación relacionada con el conjunto de experiencias que constituye la circunstancia vital (Lavagnino dixit)
Lo jugado sería optar por la respuesta a)
La burocracia intelectual, claramente empeñada en mantener las cosas calmas, tomaría partido por la opción b) que da y no da al mismo tiempo
La opción c), determina una emoción "confederativa", hecha a partir de proyecciones sobre el conjunto de las emociones originadas en otras experiencias que se dan en su marco, tiene la atracción de lo complejo ya que generaría una emoción que estaría formada por el resultado de la interacción de las emociones positivas y negativas propias de las diferentes experiencias que se dan
En principio, voto por la a).
Finalmente, me interesa destacar parte de tu planteo:
"No alcanza con que la persona llegue a la idea de persistencia y la considere necesaria racionalmente, sino que tiene que haber un soporte emocional previo a esa idea"
A mi me crea un obstáculo lógico: si la considera [a la persistencia] necesaria, su voluntad indefectiblemente tenderá a ella, si esto no ocurre es que en el fondo no estaba perfectamente convencido de su necesidad.
En mi esquema el querer sigue al conocer, la inteligencia ilumina los objetos y las acciones determinando si son buenos o malos para tal o cual fin, luego la voluntad adhiere a aquellos que la inteligencia catalogó como buenos y repele a los que determinó como malos. Obviamente, la inteligencia puede fallar…
Se que la cuestión de la inteligencia y la voluntad (y la libertad de los actos) es un tema gigante y que hay opiniones de todo tipo, por eso solamente entreabro la puerta de mis ideas para que se filtre un pequeño rayo de luz … según creo….