Barbie quiere pasar el test de Turing
La atribulada institución de la paternidad se dispone a multiplicar la complejidad de sus desafíos contemporáneos. La empresa Mattel, fabricante de la paradigmática muñeca Barbie, planea lanzar un modelo del juguete que, conexión Wi-Fi mediante, se comunicaría con “la nube” para poder ser capaz mantener elaborados diálogos con sus pequeños dueños.
Mattel se asoció con el emprendimiento ToyTalk, una startup fundada por ex ejecutivos de Pixar, la cual desarrolló la tecnología PullString que permite alimentar un esquema de Inteligencia Artificial a partir del reconocimiento de la voz del niño y de la gestión de una base de datos de alternativas de diálogo provistas por un equipo de guionistas de la empresa.
Como en tantos otros episodios similares, el encandilamiento con las sorprendentes conexiones entre tecnología y cultura parecen inhibir un análisis crítico de las implicancias. Una de las pocas voces escépticas detectables fue la de Susan Linn, directora ejecutiva de CCFC (Campaign for a Commercial-Free Childhood), quien subrayó sus temores respecto de la intrusión corporativa y comercial en la infancia y alertó acerca de los eventuales riesgos a la privacidad de los hogares. “No tendría que llamarse “Hello Barbie”, sino “Surveillance Barbie”, planteó.
Pero lo que también habría que agregar al debate es el significado y las consecuencias de la llegada de los guionistas de las industrias tecno-culturales al sensible territorio de la intimidad de los niños. El fracturado espacio de diálogo entre padres e hijos muchas veces cataliza la creación de un mundo infantil propio en donde la imaginación puede jugar por fuera de la modulación cultural masiva y del sentido común instaurado.
Naturalizar la conexión de los espacios de la niñez a la Cultura Central modulada genéricamente acaso se constituya en un perverso entrenamiento que no ayude a la diferenciación del niño. Mientras, el letargo paternal sólo se ve alterado por las candorosas loas al avance de una tecnología cada vez más proclive a desarrollar aplicaciones de un carácter industrial preocupante. Autor: Carlos Lavagnino
Fuente: rro