“Tiny house movement”, ¿cuánto espacio necesita tu vida?

Por Laura Marajofsky

La onda de simplificar y reducir (“simplified living”), ya sea que hablemos de las posesiones o de otras variables, no es nada nuevo. En un panorama post-crisis y acorde a una nueva sensibilidad retro, la austeridad se volvió algo casi “cool”, por lo que era cuestión de tiempo hasta que esto impactara no sólo en la ropa, el arte, los trabajos… sino que también llegara a la arquitectura y a la manera en que se habitan los espacios.

Para aquellos que todavía no oyeron hablar del “Tiny House Movement” (http://www.thetinylife.com/what-is-the-tiny-house-movement/), esta tendencia incipiente que crece de forma sostenida invita a reducir lo más posible el espacio habitable que tiene una persona. Bajo la premisa de que resulta innecesario tener casas demasiado espaciosas, y con el objetivo de reducir costos y hacer uso del espíritu “DIY”, se promueve la construcción de micro-casas para vivir tanto en la ciudad o el campo.

Si bien el eje conceptual está puesto en lo financiero, la filosofía del movimiento contempla este estilo de vida al que se denomina “tiny living” por temas que van desde la conciencia social y ambiental, a una supuesta recuperación del tiempo. Esto último se explica en base a que teniendo una casa más chica y reduciendo gastos, es posible trabajar menos y emplear tus recursos personales en otros fines.

El énfasis en lo financiero es comprensible, en particular si tomamos en cuenta el costo de una casa en los EEUU donde tiene su epicentro esta movida, y si observamos el nivel promedio de deuda que tiene un ciudadano -crisis hipotecaria de por medio.

Pese a esto no se pueden minimizar otros aspectos que juegan un gran rol aquí, y que son esta búsqueda de mayor libertad en un discurso anti-consumo más o menos clásico, junto con una sensación de estar “yendo contra la corriente”, como lo explica el conocido micro-arquitecto y blogger Derek Diedricksen (http://www.relaxshacks.blogspot.com.ar/)

“Las casas pequeñas tienen menos costos de calefacción, de amueblado y de mantenimiento, hay menos que pagar -en algunos casos no hay hipotecas. Por lo tanto es en algún sentido una forma de vencer al sistema”

Claro que si uno se detiene a analizar esta supuesta rebeldía “arquitectónica” resulta difícil tomarla como algo más que un guiño gestual aislado, y aún así, cabe preguntarse por las limitaciones de este estilo de vida en lo relativo a la privacidad, su impacto en la salud, sociabilidad y hasta en el aspecto productivo.

Por último, hay también toda una fascinación con el tema de la construcción artesanal, el hacer con las propias manos (en el sitio de Diedricksen se publican planos para construir estas casas), que tiene mucha llegada hoy en día, aunque más no sea como reacción pendular a la automatización y complejidad presente. En este anhelo de postales idílicas pero claramente atemporales (recordemos la obsesión con las cabañas y el llamado “cabin porn”  (http://www.theatlantic.com/technology/archive/2012/03/what-it-means-that-urban-hipsters-like-staring-at-pictures-of-cabins/254495/), la clave parece estar en descontextualizar la época y tus posibilidades. Cuanto más cerca de la tecnología, del futuro y lo inimaginable, más crece la fantasía de la casita en la montaña y el fabricarte tus propias cosas.

El espacio donde habitamos tiene una íntima relación no sólo con cómo elegimos vivir y qué necesitamos día a día, sino también con cómo nos proyectamos y qué imaginamos que somos capaces de hacer.

Para más sobre el “tiny living” y este “back to basics” en el campo de la acción, podés escuchar desde el minuto 00:30:40 del último Club I+:
https://www.riorevuelto.org/2013/11/21/reunion-no-33-de-club-i-temporada-2013/

Riorevuelto
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