Perdiendo nuestra “soberanía digital”, un byte a la vez

Por Laura Marajofsky

“He pasado horas cada día surfeando la web. Mientras tanto, compañías como Facebook y Google han estado usando mi información (los sitios que he visitado, los amigos que tengo, los videos que miro) para su propio beneficio.”

Por este motivo Federico Zannier, un desarrollador que vive en Brooklyn, ha empezado a grabar todos sus movimientos online para comercializarlos con el costo de 2 USD por día. ¿Su filosofía? Violar él mismo su privacidad para poder al menos extraer algún beneficio económico del hecho de compartir su información personal. A su vez, Zannier ha comenzado una campaña en Kickstarter (http://www.kickstarter.com/projects/1461902402/a-bit-e-of-me) para financiar el desarrollo de una aplicación que le permita a otros usuarios hacer esto ellos mismos, y así “poder imaginar un futuro donde las compañías le paguen directamente a los usuarios por su actividad online”.

Iniciativas de este tipo para intentar “capitalizarse” se han visto con frecuencia en el último tiempo, como comenté aquí mismo el año pasado (https://www.riorevuelto.org/site/index.php?text=ip_foro1&id_comment=866). Quizás lo llamativo es que ante el avance corporativo en el usufructo de nuestra información personal, la mayor preocupación siga siendo de tipo económico.

A tono con lo comentado la semana pasada en Club I+, es notable cómo ante el avance de las grandes empresas el individuo va quedando cada vez más incapacitado para defender su “soberanía digital”, resignándose ante un escenario donde las reglas del juego parecen axiomáticamente preestablecidas, ya que como dice una obsecuente nota del Mit’s Technology Review ,”exponer más información personal parece inevitable (http://www.technologyreview.com/news/514346/the-data-made-me-do-it/).

Todo esto resulta en un panorama desalentador para el individuo, quien con niveles de naturalización y acostumbramiento pasmosos se ha contentado con obtener algunas migajas, ya sea la posibilidad de definirse en base a consumos tecnológicos (“Apple lovers”, “fans de Google”, etc.) o de contar con alguna ventaja funcional para el día a día, pero que ha perdido la capacidad de decidir qué hacer con su información más sensible. Tal vez lo que primero se haya perdido sea la idea de que cada uno tiene -o podría tener- algo de valor en lo que piensa, siente y hace, y que este capital personal es lo que vale la pena cuidar.

En este sentido las ideas de Jaron Lanier, ícono contemporáneo de la cultura tecno-nerd, parecen sumamente reduccionistas y sobrefocalizadas en lo pequeño… no es casual que Lanier proponga que el usuario sea indemnizado por el uso de su “data” con nano-pagos que las empresas realizarían. Una noción igual de básica acerca del valor y de las posibilidades del hombre parece tener Lanier al hablar del futuro ideal en su reciente libro “‘Who Owns the Future?”: “we would all be liking in the morning, texting in the afternoon and tweeting in the evening. Robots and 3-D printers would do all the hard work, allowing us to get rich simply by being ourselves”.

De acuerdo a la mayoría de los expertos esta época estará definida por “nuestra habilidad para observar a la gente a través de la información que comparte”. Así, descubierto el yacimiento de la “Big Data” el truco recae en encontrar maneras independientes y auto-regulables de explotarlo. Después de todo, la posibilidad de hacer “inteligencia” no es sólo patrimonio de las grandes compañías, sino que también puede serlo de los grupos organizados y los propios ciudadanos. A nivel cultural, un giro ideológico puede tener que ver con pasar de una concepción de la información como un conjunto de ceros y unos, de registros vendibles o comprables, a la idea de que ahí también reside, entre otras cosas, nuestro potencial.

Riorevuelto
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