Una nueva frontera: manipulación bioquímica de nuestras relaciones
Por Laura Marajofsky
La idea de que es posible mejorar nuestras relaciones por medio de la manipulación biotecnológica puede parecer algo salido de un guión de ciencia de ficción. Lo cierto es que si en los últimos años numerosos avances alteraron nuestra cotidianeidad y revolucionaron hábitos y costumbres, hoy la apuesta pareciera ser considerablemente más alta y el terreno de experimentación es el ámbito emocional.
Es así que un grupo de filósofos y científicos de Oxford han publicado una serie de trabajos defendiendo la idea de utilizar las llamadas “love drugs” (drogas del amor) en diversas situaciones, como por ejemplo para mantener unida una pareja al borde de la separación, mejorar relaciones conflictivas, despertar el amor de una madre por su hijo o hasta ayudar a superar los rompimientos amorosos. Esta exploración biotecnológica se adentra en territorios sensibles, abriendo una interesante discusión en torno a cuestiones centrales en esta cultura.
De este modo se ponen bajo la lupa consensos arraigados sobre el amor, la duración de las relaciones y la supervivencia de la pareja, el sentido de la familia, etc. Sin embargo, aparte de la discusión ideológica de fondo, es también importante notar una progresiva tendencia hacia enfoques anti-estructurales en donde un pequeño lifting químico aquí y allá puede hacer que ciertas construcciones, que todo indica deberían colapsar, persistan.
En este sentido uno de los filósofos que participa de esta discusión, Brian Earp, propone que dado que la pareja actual no está hecha para durar, en ciertas ocasiones, especialmente cuando hay hijos de por medio, una intervención farmacológica es casi “una obligación moral” por el bien del grupo familiar.
“Since we now outlive our ancestors by decades, the evolved pair-bonding instincts upon which modern relationships are built often break down or dissolve long before ‘death do us part’. (…) We see this in the high divorce rates and long term relationship break up rates in countries where both partners enjoy freedom (…) Imagine a couple that is thinking about breaking up or getting a divorce, but they have young children who would likely be harmed by their parents’ separation. In this situation, there are vulnerable third parties involved, and we have argued that parents have a responsibility”
¿Qué implementaciones concretas se están considerando? En la nota que posteo a continuación figura la utilización de spray nasales de oxitocina y pastillas de éxtasis entre algunas opciones para mejorar las relaciones maritales. Pero la cosa no termina ahí, otra aplicación de estas sustancias podría ser asistir a madres apáticas que tienen dificultades para relacionarse con sus hijos.
En cierto punto el cronista del artículo citado se pregunta con bastante tino qué necesidad hay de resatar químicamente a instituciones en decadencia como el matrimonio o la monogamia, y sorpresivamente la respuesta del filósofo le da un cariz macabro a la idea potencialmente positiva de la auto-configuración:
“Whenever individuals–or societies–experience a mismatch between their values and human nature, they face a choice. They can accept a contradiction between their values and their impulses or behaviors, or they can try to modify or manage human nature.”
Es decir que con estas políticas no sólo se elude una discusión profunda acerca de por qué “fallan” ciertos paradigmas, en algunos casos cayendo en naturalizaciones brutales (“simplemente no estamos construidos para tener relaciones de varias décadas de duración con éxito en el mundo moderno”), sino que con este “management sentimental” pareciera estimularse una interacción cada vez menos comprometida con nuestra realidad emocional y estructural.
¿Y qué hay de las estrategias no-químicas disponibles hoy en día? Un detalle pintoresco es que a lo largo de la nota se citan soluciones más “tradicionales” como la terapia, no sin una advertencia de que esto no siempre funciona (sic) y de que un tratamiento con drogas le da “un rango más amplio de posibilidades” a la persona.
¿Acaso en la nueva ciencia ficción que se escriba se hará cada vez más difícil imaginar a un individuo emancipado ya no sólo de condicionamientos culturales sino también de aquellos de tipo químico?