Generación Y (“¿Y ahora qué?”)

Por Laura Marajofsky

La gráfica de la película “Tiny Furniture” (2010) de la guionista y actriz Lena Dunham(1) viene con un “disclaimer” sobre el bienestar de su protagonista, en letras grandes e incluso antes del título del film puede leerse la siguiente leyenda: “Aura would like you to know that she’s having a very, very hard time”.

Como para que no queden dudas, estos chicos post-universitarios de la llamada generación Y (aquellos nacidos entre 1982 y el 2002 de acuerdo a Wikipedia) la están pasando mal. Si bien algunos serán más privilegiados que otros (ver más adelante “Damsels in distress”), pocos le escapan a la zozobra existencial y proyectual que ya es marca registrada de esta aturdida generación. Y es que como deja claro el film de Dunham, una cosa es el panorama que se les presenta a los jóvenes mientras cursan la universidad cuando sus padres todavía pagan las cuentas y la mayor preocupación es estudiar para los exámenes e ir de fiesta, y otra muy distinta es salir a enfrentar el mundo por cuenta propia teniendo que decidir no sólo “qué hacer”, sino más importante aún,”quién ser”.

En “Tiny Furnitures” (http://tinyfurniture.com… ), Aura acaba de terminar su carrera y regresa al hogar paterno sólo para encontrarse con una familia que ya se había acostumbrado a no tenerla alrededor, sin trabajo y ni una pista respecto de qué hacer. Definitivamente un escenario para lo que su anterior vida en el “campus”, un capullo que la protegía de la realidad, no la preparó en absoluto. Ni siquiera encontrar el diario de su madre cuando tenía su edad y poder leer sobre sus fracasos amorosos y laborales le permite a Aura sentirse menos miserable.

En la última película de Whit Stillman, “Damsels in distress” (2011), el relato se centra en las desventuras de un grupo de veinteañeras cursando en una universidad de elite que parecieran compensar las comodidades socioeconómicas con una total falta de criterio a la hora de relacionarse e interpretar la realidad. Aunque con una visión más colorida, la película de Stillman apunta a las mismas tensiones existenciales a las que hace referencia Dunham, mostrando con ironía el lado absurdo y autodestructivo de la vida universitaria, con postales tan hilarantes como patéticas de desmanes etílicos en fraternidades estereotípicas, centros de salud mental donde se enseña tap como terapia e intentos fallidos de suicidio desde edificios de dos pisos que dejan un tendal de lesionados.

Claramente no es una casualidad que tantas películas y otros productos culturales (series como “The New Girl”, “Two Broke Girls”, “Don’t trust the b– in the apartment 23”, etc) estén en mayor o menor medida reflejando este tipo de problemáticas. Lo que resulta interesante analizar es el tono y la caracterización que emplean estos productos, poniendo al fracaso o la amenaza del mismo como eje de las historias, y a personajes “losers” (Dunham) o excéntricos (las chicas de “Damsels”) como protagonistas con los cuales lograr identificación en la audiencia.

Quizás sea razonable esperar que una generación tan golpeada en su confianza como ésta se identifique con este rango idiosincrático. Porque recordemos que hablamos de jóvenes con un contexto cultural bastante específico, habiéndose criado en pleno auge de los psicofármacos (https://www.salon.com/2012/04/07/growing_up_drugged/), despertando ante la pesadilla de la deuda universitaria (http://www.salon.com/2012/04/23/prot… ) y con una relación con el trabajo cuanto menos conflictiva (https://www.clarin.com/tendencias/titulo_0_SyleYPYhvQl.html ). Aunque tal vez lo más característico respecto de su estado anímico sea el hecho de experimentar un alto grado de desmotivación y un descreimiento respecto de sus propias posibilidades de incidencia. Una reseña reciente de la película de Stillman lo expresa con elocuencia: “What does it mean to be ambitious when so much has been made easy and so much came before you? When your parents seem to have done all the heavy lifting and the significant cultural work?”

Lo lamentable es que en esta tónica discursiva parece difícil poder armarse de la actitud necesaria para no victimizarse o acostumbrarse a la mediocridad. Asimismo, no es un detalle menor esta vuelta a la retórica loser, donde se iguala algo que podría ser potencialmente valioso como la figura del “outsider”, alguien que no se integra pacíficamente con el resto, con algo caricaturesco, patológico y fracasado. Acaso este regodeo autocomplaciente se esté poniendo de moda, y la misma figura del llamado “slacker”(2) tan referenciada décadas atrás (“una persona que si bien es inteligente no siente motivación a hacer nada” según el Urban Dictionary) esté volviendo, aunque en formas más contemporáneas.

Y no olvidemos tampoco el rol fundamental que cumple el humor como variable de descompresión y evasión de una realidad que se presenta como insatisfactoria. Sirva de pequeña muestra el comentario de Violet, la heroína de “Damsels”, cuando se refiere a su propio estado anímico: “I don’t really like the word ‘depressed. I prefer to say that I’m in a tailspin”. No en vano una nota reciente del diario The New York Times hacía referencia al fenómeno de los “comedy natives” (nativos de la comedia), aquellos entre los 18 y 35 años que consideran al humor algo central a la hora de autodefinirse y ver el mundo, observándose un claro viraje intergeneracional al pasar de un humor irónico a un humor absurdo -¿o bien podríamos decir cínico?- donde se juega con la aceptación de la inviabilidad (“Millennials are comfortable with uncomfortable truths”).

El principal problema con este acaparamiento de narrativas y expresividades es no dejar lugar para otros registros más afines con las verdaderas posibilidades que yacen debajo de toda esta angustia post-universitaria y post-crisis, que dicho sea de paso pareciera tener más que ver con los proyectos de vida que con la economía.

Tal vez por esto último, el diálogo más representativo del dilema que enfrentan muchos jóvenes se encuentre condensado en la última escena de “Damsels”, cuando dos de las protagonistas repasan su recorrido (y aprendizaje) hasta ese momento, planteando dos opciones nítidas: ser “normal” e integrarse plácidamente y sin mayores inconvenientes, o intentar desarrollar una voz propia, cierta humanidad como lo pone una de ellas, aún si esto implica salirse del confortable montón.

(1) Lena Dunham acaba de producir y protagonizar una nueva serie para HBO llamada “Girls” que podría considerarse una continuación de su opera prima tanto por la temática como por sus personajes.
(2) Los “slackers” han sido reflejados en el cine en films como “Slacker” (1991) de Richard Linklater y más tarde en “Clerks” (1994) por Kevin Smith.

Riorevuelto
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