Rasgando el velo del sistema (¿Qué tiene que ver el capitalismo con eso?)
Por primera vez el convicto Tychus Findlay no se sintió preso de la armadura que estaba condenado a portar. Sin haberse liberado de ella, al abordar esa gran máquina de destrucción llamada Odín, aunque se había convertido en un hombre dentro de una inevitable armadura, dentro a su vez de una parafernalia de acero mono-tripulada, podía olvidarse por un momento de su destino para arrasar con todo lo que hallara a su paso. Como su misión “Bombardeo mediático” indicaba, nada debía interponerse entre él y el secreto guardado en algún lugar del sur de la devastada ciudad por donde avanzaba.
Cuando la antropomórfica figura del Odín asomó en la desembocadura del puente, Tychus pudo observar en el centro de un parque arbolado la silueta de lo que parecía ser un abandonado complejo académico o científico. El Odín se conmovió una vez más, y al disiparse el humo de la andanada, lo que antes era materia organizada en el espacio se había convertido en piedras, polvo y un contenedor azul brillante a medio emerger del caos. Tychus sonrió, entrecerró sus ojos y se dejó llevar por el intrigante influjo del cofre secreto.
Éste llevaba a otros tiempos fantásticos, cuando en el bar de ese complejo educativo de pretendidas “ciencias” sociales, Ella leía abúlicamente un artículo de un diario, escrito por un tal Slavoj Žižek. En él, el autor decía: “En una especie de tríada hegeliana, la izquierda occidental ha dado un giro completo: después de abandonar el ‘esencialismo de la lucha de clases’ por la pluralidad de las luchas antirracistas, feministas y de otro tipo, el capitalismo claramente está resurgiendo como el auténtico problema”. Ahá, concedió Ella, y al intentar proseguir con la lectura empezó a sentir una conocida picazón en el cuello, acompañada siempre con una incipiente sensación de encierro. Otra vez, se dijo con inquietud.
Žižek continuó: “Por eso, la primera lección que debemos aprender es: no le echemos la culpa a la gente. El problema no es la corrupción o la codicia, el problema es el sistema que nos empuja a ser corruptos”. Y ahí, como ocurría siempre que, en un estado de cierto cansancio crónico, llegaba a ella alguna idea especialmente sospechosa de invalidez e indulgencia, se derrumbó sobre el diario sumergiéndose en un caluroso sueño.
En él, Ella volaba sobre un campo francés, con colinas síncronas de armonía verde y árboles alineados en una disposición majestuosa. Acercándose vertiginosamente como un aeroplano acariciaba la hierba y al mirar al cielo, sentía un gozoso click de sentido. Era tan agradable la secuencia que lo intentó de nuevo, ganando altura en el vuelo y acometiendo a la superficie. Pero esta vez, el click transformó el escenario en un tenebroso campo de batalla. La estructura era idéntica, se mantenían el declive del terreno y la alineación de los árboles, pero esa escenografía servía esta vez de soporte a un acto siniestro, con trincheras asoladas por la artillería y cuerpos abrazados al suelo. En una nueva aproximación, ella no sabía si era un alma voladora, un aeroplano o el mismo obús, que al estrellarse contra la última trinchera nublaba su visión en un estruendo seguido de un inmediato mutismo. El polvo se disipaba sin restablecerse el sonido, y ahí advertía cómo emergía un objeto de los escombros, que por momentos parecía o se sentía como una criatura viva, para volver a estratificarse como una cosa.
“Ah, ¡Europa! ¡Europa!”, relataba un eco distante como único registro audible. “Nunca más horror sobre belleza, ¡nunca más!”.
“Ah, Europa se llamará el diseño, el sistema… ¡El sueño!”, seguía la letanía.
Ella soñaba que brotaban de su égida interna algunas respuestas para dialogar con esa voz lejana, pero no hablaba sino que las enunciaba mentalmente, y a la Voz de alguna manera le llegarían sus réplicas. En realidad, no se advertía en la estructura del “diálogo” esa permeabilidad o entendimiento, era sólo una sensación que Ella tenía.
Mientras sostenían esta “conversación”, la visión de Ella estaba detenida en el objeto/ser de los escombros, que parecía estar muy atento a la interacción entre ambos discursos.
“El sistema genera al hombre, un sistema bueno hará hombres buenos” decía la Voz. Y Ella respondió, “¿y cuáles son los hombres buenos?”.
“Los hombres buenos son aquellos creados en los sistemas buenos o los que, viviendo en un sistema malo pelean para que el sistema sea bueno y cree hombres buenos”, respondió la Voz recursivamente.
En ese punto Ella se reía y pensaba (o contestaba): ¿y qué es lo que pierde el hombre al ser un diseño del sistema? ¿Qué es esto, una fábrica cuyo producto hay que ajustar?
¿Puede haber postración más grande que condicionar la esperanza en el hombre a lo que sistémicamente se pueda generar en él? ¿Enfocarse en la discusión sistémica no implica asumir determinadas características de un “hombre tipo”, que a su vez tienden a ser invariantes?
Cuando terminó de sentir esta última respuesta, el objeto/ser emitió un llanto visceral como sólo un bebé abandonado en una trinchera puede hacerlo.
Pero esta vez, Ella se rebeló y pugnó por forzar su mirada hacia arriba, buscando el cielo y el click que diluyera ese alarido penetrante. Con todas sus fuerzas se impulsó hacia la copa de unos árboles primero y hacia más arriba después, y su campo visual se convirtió en un panorama que incluía el lugar original, la trinchera y el objeto/ser, pero dentro de un contexto arbitrariamente abarcativo.
Todo el mundo estaba reflejado en esa nueva perspectiva. Pero no sólo todas las ubicaciones, sino la suma de todos los tiempos y las combinaciones entre todos ellos. La Complejidad, sintió. Sí, había llegado la Complejidad, y ante ella las disquisiciones sistémicas parecían una fatal distracción.
Sus ojos intentaron recorrer y capturar la delimitación de cada porción de esa pintura de la realidad, pero cuando se concentraba en un sector, sentía como perdía el equilibrio y las áreas circundantes se le fugaban por la periferia de su mirada.
Al detenerse en el otrora centro de la escena, la trinchera con el objeto que chillaba, percibió el advenimiento de otro sentimiento estremecedor: la inocultable parcialidad y pequeñez relativa de ese centro. La vida y el mundo circundantes se alzaban como una cordillera inabordable para cualquier marco simplificador, o menos aún igualador. La Singularidad era la respuesta, el puente humano coherente hacia la Complejidad.
El llanto del objeto/ser comenzó a diluirse, perdiendo vibración y capacidad de conmoción, y recontextualizándose en una sonoridad general que iba incorporando la perspectiva panorámica de su correlato visual.
La Voz también se atenuó al integrarse al todo, pareciendo más mecánica y menos genuina.
Al completarse los panoramas y profundizarse los efectos de Complejidad y Singularidad sobre su percepción, Ella se vio invadida por una repentina sensación de encierro e incapacidad de movimiento, quizás porque se desprendía de la situación una urgencia de acción infinita. Hasta su propia piel la rigidizaba y la obligaba a mantenerse recta, como encerrada en un sarcófago.
Al límite de la tolerancia, sintió un estallido y vio cómo delante suyo se desvanecía todo al inundarse de luz su cautiverio. Ella yacía efectivamente acostada en un recinto, y al incorporarse lo primero que vio fue la silueta vagamente humana de un cyborg. Al abrirse el visor de su escafandra, distinguió la mirada exaltada de un hombre que le extendió con gentileza su bestial brazo metálico y le dijo no sin cierta naturalidad:
“¡Vamos chica, a volar, que le soltaron la correa al perrote!”
Notas:
Tychus Findlay es un personaje del juego Starcraft II.
Bombardeo Mediático es una misión del juego Starcraft II, en donde existe la posibilidad de activar una misión secreta denominada “Rasgar el Velo” a partir del descubrimiento de unos documentos que se obtienen al destruir un centro científico.
La frase “¡Le soltaron la correa al perrote!” es uno de los parlamentos recurrentes del personaje Tychus Findlay.
Slavoj Žižek es un intelectual contemporáneo y las frases citadas corresponden a una columna de opinión titulada “El Capitalismo es el auténtico problema” publicada por el diario Clarín del día 4 de Noviembre de 2011 ( http://www.clarin.com/opinion/capitalismo-autentico-problema_0_584941589.html).
Laura
Cuán enceguecidas parecen estar algunas generaciones (viejas y nuevas) con determinados temas, qué difícil parece ser no “entretenerse” con ciertas discusiones y seguir dándole vueltas a las mismas cuestiones que poco y nada revelan de las causas subyacentes de las crisis presentes…
Leer a Zizek (planteando con total seguridad que el capitalismo es “el” problema) me hizo acordar a una nota de hace unos meses en donde el director alemán Alexander Kluge contaba acerca de su nueva película, una versión fílmica de El capital de Marx. Esta película se planteaba como una continuación del proyecto del director ruso Serguéi Eisenstein (autor de “El acorazado Potemkin”). Según Kluge sus objetivos al filmar fueron “preservar los instrumentos de pensamiento y de emoción necesarios para atravesar las nuevas crisis”, así como también proveer a los jóvenes de imágenes para la “utopía” y para hacer la “revolución”.
Me impresionó cómo Kluge pensaba que para afrontar las crisis actuales se necesita salvar y prolongar este patrimonio ideológico, dando por sentado que estas modelizaciones pasadas servirán para lidiar con la complejidad que nos toca enfrentar hoy. Asimismo, pensar en nutrir el imaginario personal o colectivo de experiencias y miradas añejas como forma de inspiración, también me hacía ruido… ¿acaso no somos capaces de soñar con nuevas visiones, de crear nuevas historias?..
Para los que tengan ganas, este jueves en la última reunión del Club I+ del 2011 vamos a seguir desarrollando y discutiendo este interesante thread: http://www.riorevuelto.org/site/inde…
Los esperamos!
Les dejo también la nota de Kluge: http://www.revistaenie.clarin.com/es…
Saludos!