Bajando los decibeles

Hola gente!

Me quedé pensando mucho en una de las cosas que hablamos ayer en la reunión del Club I+ sobre la cuestión auditiva. Estuve averiguando bastante y me pareció positivo compartir esta información con todos, pero además ver qué concepción general y conciencia cultural hay sobre el asunto.

El tema del sonido y los recaudos que se toman, es un buen ejemplo que muestra cómo con respecto a muchas cuestiones hay una ignorancia, pero también una negligencia galopante. Este tópico plantea cómo en determinados asuntos, no hay una visión o una postura clara acerca de cómo esos factores se relacionan con nuestra vida de una manera sustentable.

Hace unos días salió una nota en Clarín acerca de los problemas de sonido relacionados con los recitales en la zona del bajo Nuñez (http://www.clarin.com/diario/2009/11/20/um/m-02044943.htm) en la cual se comienza a hablar con detalle sobre los decibeles a los que se escuchan los recitales, y qué opina gente del ambiente al respecto.

La realidad es que la nota me transmite la sensación de que se menosprecia el tema ya que se hacen comparaciones como "En PopArt, una de las principales organizadoras de recitales junto a Time4Fun, afirman que en Estados Unidos y Europa o en las ciudades de México D.F. y Bogotá, el standard es de 110 decibeles. Diez más que los 100 que generan un camión recolector de residuos o un petardo, y diez menos que los producidos por la bocina de un auto o el despegue de un avión.". Está comparación deja de lado un factor determinante en lo que es la evaluación de las consecuencias acústicas, que es el tiempo de exposición al sonido en cuestión.

El estándar internacional establece como valor límite los 80dB (decibeles) para exposiciones de larga duración (8hs por día, 5 días por semana). A medida que aumentan los dB, para no generar daños en la audición se debe reducir el tiempo de exposición. Por ejemplo, escuchar música con un reproductor personal (mp3, discman, walkman, etc.) a 95dB por 15 minutos equivale a 8hs a 80dB ya que los decibeles se miden logarítmicamente. Esto significa que la intensidad se incrementa es un orden de magnitud cada 10dB (20dB = 10 veces la intensidad de 10dB / 30dB = 100 veces la intensidad de 10dB).

Esto muestra lo ridículo de las comparaciones de la nota, ya que un camión de basura, un petardo, una bocina o un avión despegando, son ruidos que no tienen una duración superior a unos cuantos minutos. También en la nota, se cita a Ricardo Mollo diciendo "Vamos a tener que buscar lugares en donde podamos tocar a volumen de rock", ya que en el último Pepsi Music los recitales no superaron los 95dB. Esto me deja varias reflexiones.

Primero, la poca consideración que se tiene en general con respecto al cuidado auditivo y los daños que determinadas negligencias ocasionan. Esto lo digo incluyéndome totalmente, ya que suelo escuchar con reproductores personales.

Otra cosa que me surge plantear es la escasez de alternativas que hay a la hora de por ejemplo, salir a la noche, ya que en la mayoría de los boliches y/o bares los decibeles superan ampliamente los 100dB y los tiempos de exposición son de varias horas. Obviamente aparece la cuestión de cuánto uno está dispuesto a sacrificar por determinada situación.

Pero también veo un componente claramente cultural, ya que ni la gente que va a un recital ni los que lo ejecutan parecen plantearse el costo de ciertas costumbres o hábitos. Como dato pintoresco, creo que estas consideraciones deberían estar más que presentes justamente en Mollo ya que depende hasta profesionalmente de su capacidad auditiva.

¿Tanto cuesta ver este enorme elefante que tenemos en frente, llamado cultura?

Les dejo un link muy informativo sobre sonido y problemas auditivos. http://copublications.greenfacts.org/es/perdida-audicion-reproductores-musica-mp3/index.htm#2

Saludos!
Pablo M.

Riorevuelto
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  • Greta
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    El tema del ruido excesivo da mucho de lo que hablar.
    Creo que es de público conocimiento que la exposición a sonidos fuertes es muy dañina para la capacidad auditiva, y sin embargo, no le prestamos suficiente atención. La responsabilidad es compartida: por un lado tenemos que los gobiernos parecen no priorizar una política publica destinada a reducir el ruido ambiental, (desde la vigencia legal de colectivos viejos con sistemas de freno y arranque obsoletos o el sistema de recolectar-compactar basura, hasta la falta de normativa que obligue a las empresas a especificar el daño que cierto volumen de los productos electrónicos genera, entre muchos más). Por otro lado tenemos la valoración negativa que cada uno le da a su salud a sabiendas de que muchas prácticas habituales son nocivas a largo, mediano y corto plazo (asistir a conciertos o boliches donde sabemos que el volumen de la música es excesivo, o escucharla con auriculares a todo volumen), y que sin embargo las seguimos realizando.
    En algún sentido este ultimo aspecto se relaciona con el Viewpoint "El realce de la exhuberancia" que Mercedes escribió en esta pagina, sabemos que escuchar música muy alto nos va a dejar “sordos” en unos años, pero preferimos disfrutar al máximo el presente y dejar el futuro a su propia suerte, sin tomar responsabilidad con nosotros mismos en unos años. O a veces nos refugiamos (tengo que admitir que lo he hecho) en justificaciones simplistas como “para cuando tenga 50 van a haber muy buenos audífonos” o “pero si hoy en día todos usamos auriculares, mañana todos vamos a escuchar menos y hablando mas alto nos vamos a entender”.
    Sin embargo la problemática no se limita a la perdida de audición, los sonidos altos tienen repercusión en el sistema nervioso, cardíaco y psíquico, y por extensión, en la salud de todo nuestro organismo. La coordinadora del Laboratorio de estudios sobre Audición de la Universidad de Montreal dijo en 2007 en el diario La Presse de Canadá: “Cuando el ruido ambiente es muy fuerte y perdura, nuestro cuerpo se pone en estado de vigilancia, como si hubiera un peligro inminente y tuviéramos que defendernos de una agresión. El ritmo cardíaco aumenta, la respiración se vuelve más rápida. El organismo no puede resistir indefinida e impunemente esta tensión, se agota y pueden aparecer diversas complicaciones de salud”. ¿Quien no se sintió alguna vez agobiado (y no solo aturdido) al escuchar pasar un colectivo en alguna esquina del microcentro?

    30 de November de 2009 at 11:23 pm
  • Lau
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    Hola! Para aportar algo más a este debate acá les dejo la última información sobre el tema, ya que ayer varios representantes del ambiente musical se reunieron con funcionarios estatales y resolvieron limitar los recitales en clubes porteños de acá en adelante (http://www.clarin.com/diario/2009/12/01/laciudad/h-02052291.htm). Ahora bien, cabe resaltar que una vez trasladados a predios o espacios más alejados (ej el Parque de los Niños), los decibeles volverían a subir (a 105), de manera que “la música suene como un recital de rock”. Y bueno, aquí claramente ya no se trata de la reglamentación que pueda imponer el Estado, sino ya de la parte más sutil del asunto, como decís vos Greta, de las justificaciones en algunos casos simplistas que nos damos al elegir exponernos a ciertas situaciones…

    Más allá del tema de los recitales, que aunque importante no deja de ser algo más esporádico, habría que preguntarse qué sucede con otras instancias igualmente perjudiciales a nivel auditivo, como el nivel de la música en las discos o bares, y qué tipo de propuestas/iniciativas existen o pueden desarrollarse para ofrecer otras opciones a la gente que quiere salir sin generarse tanto daño.

    Saludos!

    1 de December de 2009 at 12:46 pm
  • Lau
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    …parece que no sólo se trata de elevar los decibeles de los recitales, sino también de la forma en la que se escucha la música. Como menciona la siguiente nota, “desde hace varios años se ha ido limitando el espectro de los sonidos de un álbum en pos de un volumen que todo lo iguala”, es decir que muchos artistas ahora están eligiendo grabar sus discos de manera que suenen más fuerte, dejando todas las sutilezas de lado. Lo irónico es que en la búsqueda del impacto fácil (una pulsión que puede observarse en varias ramas del arte), no sólo se pierde riqueza respecto del rango auditivo, sino que de este modo se satura más rápidamente al oyente.

    Un apunte interesante sobre el poco cuidado del propio aparato perceptivo (al punto de trastocar la audición), y por otro, de las tácticas efectistas a las que se recurre hoy en día.

    Una guerra muy poco silenciosa
    http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1211047

    Saludos!

    15 de December de 2009 at 7:14 pm

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