Modelando una amistad 2.0
Por Mercedes Rojas Machado
El presente suele aparecer como un escenario cambiante en el que los viejos paradigmas penden de un hilo y, cual acróbatas, intentan inventar artimañas para mantenerse en pie a medida que van perdiendo bases sólidas en las que apoyarse. Allí algo que estaba oculto comienza a tomar forma, a iluminarse, y aparece una nueva mirada frente a un destino incierto y lleno de posibilidades.
Hasta el momento la amistad estaba pensada como un vínculo auxiliar a la familia, algo que permitía una alternancia situacional y que sólo cumplía en la proyección humana el rol de distensión y compañía. En el último tiempo las crisis en los modelos tradicionales de vida han llevado a examinar algunas de sus fortalezas. El hecho de que se la identifique como un factor de longevidad, por ejemplo, puede ser visto como un tímido paso hacia un replanteo más profundo, o una invitación a un cuestionamiento sobre todas las prenociones que están tan naturalizadas por un conservadurismo cada vez más obsoleto. Es un hecho para destacar sin importar la correspondencia de estos resultados con la realidad, sobre todo si recordamos que no hace mucho tiempo un descarado estudio francés enunciaba que “las personas casadas viven más”, neutralizando el influjo de cualquier otro lazo.
En una cultura como la nuestra, la vida parece pensada como un formulario repleto de casilleros por llenar en el que el matrimonio y la paternidad son necesidades naturales que “llegan” en un determinado momento, sólo habría que responder el llamado de ese “reloj biológico”. Cuando eso sucede, las amistades, aquellos nexos que tan imprescindibles eran pasan ocupar un lugar secundario. A partir de ese momento el ámbito afectivo parece comprimirse y focalizarse, renunciando así a una influencia que podría aportar mucha riqueza. Cambian las prioridades, el modo de administrar las energías, los tiempos y las voluntades sin lograr en términos generales una auténtica armonía. Incluso, es interesante ver cómo la ausencia de una pareja hace que muchos se autodefinan como “solos”. La expresión “soy solo” no muestra únicamente el poco valor que se le otorga a los amigos dentro del balance personal, sino también la construcción de una identidad circunscripta exclusivamente a esa condición (la de tener o no tener pareja). La empalagosa metáfora de la “media naranja” hace alusión a esa simpleza en la que uno pareciera complementarse con una única persona dejando en los márgenes a todo un entramado de relaciones. Ese corrimiento pone en evidencia las escasas expectativas que se depositan en un vínculo que podría resultar trascendental para construirse de una manera más compleja.
Como respuesta a ese panorama, comienzan a adquirir visibilidad iniciativas menos convencionales, retoques graduales del modelo en crisis que buscan justamente recuperar la sustentabilidad perdida. Esos reparos, si bien en muchos casos descomprimen la problemática, no llegan a proponer una salida superadora. Limitarse a diagramar cambios dentro de los arquetipos tradicionales para tratar de entender y superar sus desfases es, muchas veces, como desarmar un reloj despertador para lograr entender el tiempo. Sucede que en la actualidad, a pesar de las figuras de apertura y diálogo que poco resisten una mirada atenta, fantasear con proyectarse fuera de los cánones establecidos parece una muestra de egoísmo e individualidad, cuando en realidad esta pulsión es justamente el preludio de una incidencia en el mundo verdaderamente positiva centrada en lazos fuertes y genuinos.
La amistad, este vínculo inexplorado que aún no ha mostrado todas sus potencialidades, cumple aquí una función primordial.
En lugar de naturalizar esos destinos, que cada vez resultan más fugaces, cabe pensar en la posibilidad de inspirarse en otro tipo de imaginarios, de construir otras iconografías. Permitirse la creatividad para nuevas disposiciones en las que un conjunto de relaciones múltiples pueda contribuir a componer una espiritualidad acorde a nuestros tiempos. Tal vez, en este panorama de derrumbes velados, la reelaboración de la amistad como núcleo medular de la vida sentimental sea la apuesta más alentadora que podamos hallar.