El Tiempo que nos toca
por Ágata Maibach
El Tiempo que nos toca.
Tiempo donde lo alternativo se va abriendo paso a codazos y empujones.
Algunos reciben la alternativa como una bendición. Otros como el fin de los buenos y sanos tiempos, y finalmente el resto, que es la gran mayoría, nos intoxicamos en la gran nube de confusión que esto crea…
¿De dónde, cómo y hacia dónde?
Nuestros ojos vieron la luz en tiempos de juventud revolucionaria e idealista, de cabelleras fanáticamente lacias y patas de elefante. El extraño de pelo largo, que sin preocupaciones va, es quien hoy es un poco responsable de alimentar la confusión, es quien nos tironea del brazo para convencernos que lo que fue y lo que vino siendo hasta ahora, es el único modo correcto de hacer las cosas. Parece que fue sin preocupaciones por un corto periodo nomás.
Pero el tiempo de hoy dista drásticamente de aquel.
Lejos de cualquier ideología casi fanática de libro que ese extraño de pelo largo discutía acaloradamente en un café de barrio, hoy no se acepta con tanta facilidad lo que viene escrito; tal vez esta época de confusión que nos toca vivir hace que no repitamos lo que dice un libro y terminamos creando nuestras propias teorías.
A veces temo, a pesar de esto, no ser otra cosa que aquel extraño de pelo largo, sin patas de elefante y del siglo XXI. ¿Será que para diferenciarme de este personaje debo ser fiel a los pensamientos de esta época por el resto de mi vida?
Porque, sin ofender a los de aquella generación, convengamos que la rebeldía les duro hasta que cumplieron los 30 (los que mas esperaron), se casaron, tuvieron hijos, y las ideologías que los motivaban y hacían que los de la generación anterior los miraran feo, volvieron a dormir en el estante del mundo de las teorías otra vez.
¿Será la característica de una época, o se trata simplemente de la evolución natural?
¿Será la juventud sinónimo de cuestionarse y cuestionar, y después perdemos la curiosidad y las inquietudes?
Me produce pánico jugar el papel de la jovencita rebelde que quiere cambiar el mundo para luego enajenarse junto a todos los demás mortales. Verdaderamente me doy cuenta que no me interesa ser ni lo uno ni lo otro, no creo en el discurso de ninguno de los dos personajes porque ambos son ciegos.
Sencillamente quiero que la sociedad a la que pertenezco se ablande un tanto, se relaje en algunos aspectos para permitirme elegir caminos sin mirar de reojo para chequear que lo estoy haciendo bien, sin sentir que formo parte del grupo de los alternativos de la nueva era, sino alguien que afortunadamente eligió una de tantísimas opciones disponibles para vivir.
Yo no sé si lo lograre, si todos esos ex extraños de pelo largo van a ceder y algunos otros personajes también. Y si no lo logro yo, seré responsable de que lo logren aquellos que vendrán…
Por ahora, me comprometo con lo que hago, porque por añadidura, me estoy comprometiendo conmigo.
Y supongo que es un buen comienzo.